Sé que todos me ven más o menos igual,
nadie me vera como yo quiero.
A la vista de todos no soy austero,
de cualquier modo será visión cabal.
Solo yo sé de las grietas de mis manos,
los surcos son señas de mis deudas paga,
una por una, mi estrella apaga,
también reduce la brisa de mis veranos.
No importa los múltiples obstáculos,
a nadie concierne, solo yo debo salvarme,
de lo más seguro debo encaramarme.
Rendirse ante de la batalla ridículo
sería, mientras sea de uno el objetivo
a conseguir, o para mucho en lo sucesivo.
A veces cuesta creer que haya lugares
tan profano y, que la luz sea la única
promesa, que con mentira intoxica
la esperanza, palabreros seculares.
La palabra vacía no fortalece,
al contrario, apaga la luz del prisionero
amante, que ilumina el camino verdadero.
Otra creencia solo mentira ofrece.
Es la vida, es la regla de juego.
Tengo recuerdos gratos como fuego,
dulce voz de mujer que clamó mi nombre,
besos apasionados que fueron vinos
en mi boca, también labios ladinos
que en los míos se hicieron costumbre.
Autor: Alcibíades Noceda Medina