Un cielo inmensamente azul,
con pequeñas y algodonosas nubes.
Las abruptas montañas, se perfilan
codiciosas en el horizonte lejano.
Y simulando un sinuoso camino
la estrecha vereda se adorna,
con matorrales de aulagas y jaras.
Las viejas encinas adormecen
en la placidez del medio día.
A lo lejos, el cansino chirriar
del grillo, hostiga el campo.
El surco seco del invisible arroyo,
que obstinado, espera fluir de nuevo.
Las estériles y grises barracas
preñan la ladera y la dominan.
El perezoso cencerrear lejano
del rebaño pastando, se pierde,
en bucólico paisaje de ensueño.
Aires aromados de alhucema,
de orégano y poleo, voletean
embriagando los sentidos.
El sol calienta, pero no castiga,
sus rayos alumbran y realzan,
cada árbol, cada rama, cada hoja…
Me saturo de azules y ocres
de grises y pardos aterciopelados.
Saboreo los espacios sorbo a sorbo.
Mi corazón queda extático en el tiempo,
impregnado por los versos del paisaje.
Querría dejarse llevar por los pinceles
de esta plenitud que me embriaga.
Y con inspiración robar al diccionario,
cada letra, cada palabra, cada vocablo
y pintar con mis versos… este momento.
Carmen Pacheco 10-2-2010