Te escondes en mi sombra

Voy a tener que dejar de ser yo.
Porque en cada gesto me encuentro contigo.
En el modo en que cierro los ojos.
En cómo me duele el pecho cuando amanece.
En cada silencio donde tu voz aún respira.

Arranqué tus fotos.
Borré tus mensajes.
Cambié las sábanas mil veces.
Le grité al cielo, le rogué a la tierra.
Pero tú sigues ahí.
Como un eco obstinado.
Como una fiebre que no cede.

No hay canción que no te evoque.
Ni rincón donde no hayas dejado migas de tu alma.
Y, aún así, me haces falta.
Maldita falta.
Dolorosa, punzante, arrastrada.

Voy por la calle y te cruzo en cada sombra.
Te huelo en los perfumes ajenos.
Te escucho en los murmullos del viento.
Te sueño…
Ay, cómo te sueño.
Y al despertar, me parte el alma la ausencia.

No vengas más.
No invadas mi calma recién nacida.
No sacudas lo poco que logré reconstruir.
No me mires con esos ojos que me hicieron hogar.
No me toques con recuerdos.
No me abraces con lo que ya no existe.

Me arranqué las alas.
Quemé los mapas.
Pero sigues encontrándome.
Como si mi dolor fuera un faro.
Como si mi nostalgia te llamara sin querer.

¿Acaso no sabes que ya no te pertenezco?
¿Que ya no puedo amarte sin romperme?
¿Que mi cuerpo ya no resiste tu fantasma?

No fui sólo tuya.
Fui tuya en exceso.
En cuerpo, alma y renuncia.

Y me dejaste vacía.
Y ahora tengo que llenarme.
De mí.
De vida.
De otras risas.
De una paz que no tenga tu nombre.

Pero tú…
Tú te escondes en mi sombra.
En la gota de lluvia.
En el vapor del té.
En el silencio exacto antes de dormir.

Me haces falta como el aire.
Y al mismo tiempo, me ahogas.
Eres mi cura y mi veneno.
Mi ayer y mi obstáculo.
Mi amor y mi condena.

Voy a tener que dejar de ser yo.
Porque en mí…
Estás tú.