Te extraño.

Te fuiste marcando la hora apropiada
Y en ese último tic del péndulo
mi corazón se detuvo, dejando incompleta si melodía eterna, volcando los recuerdos y desenmarañando las sonrisas, esas que hacían volar las mariposas de mi libertad.
Y aquí estoy después de la tormenta de tu partida, observando los daños que ocasionó, unos cuantos vidrios rotos y hojas del otoño cubriendo los caminos... Y justo ahí, entendí que no eras el huracán si no la tierna brisa que sacude antes de la tormenta.