Quise abrazar el temblor de sus ojos,
No se podìa.
Pulsearle a su agonìa.
Perfumar lo simple con la calidez de la fe restaurada,
Que la desnudez de la verdad acariciara hasta derrotar a su tirano,
el de los dedos siempre vacìos.
Capas y mas capas de fundas sobre su piel amarga,
No se podìa.
Me desorientè en los caminos polvorientos
de sus antiguos dolores,
frescos en su sed de venganza vuelta contra si mismo.
Quise mecerlo, y que el sueño prisionero
capitanee su osamenta
mientras la noche entera, entre ambos,
pisaba fuerte como un gigante ciego.
Lo soñe hombre libre,
no soportò el sueño.
Su voz lejana me alcanza en la disparidad de la memoria,
atraviesa la calma
y se torna
papel-alas-horas-arenas-sonrisas-lavas,
filosa-esquina-callada,
puntapiè-estomacal.
Su voz enclavada dentro de lo que no sabe morir sin matarme,
quise dejar de oìrla,
No se podìa.
Lentamente comprendì que estar vivo y sentirse vivo
son senderos bifurcados
que en ocasiones se acercan
y van,
casi sin creerlo, como tomados de la mano.
M.Mancini