El Hombre Aquel

Érase que se era, ya mucho tiempo ha...

la piel de un hombre, el hombre mismo

recorrió inmensos caminos de besos, abrazos y despedidas

y cada camino quedó marcado en su piel... como un mapa.


Trazó y curvó cada uno de sus espacios

pues cada camino lo recorrió con amor,

encontró mundos escondidos, encendió llamas,

produjo hogueras y él así mismo... ¡se incendió!


Incansable, en el arrebato hermoso de la juventud,

hirvió su sangre y su mirada,

vivió únicamente y nada más para el amor.


Pasaron los años

la nieve cayó en sus sienes primero

los inviernos le empezaron a cubrir;

cansada su figura, su fortaleza minada

trémulo y vacilante su otrora orgullosamente andar

y, sin embargo...

el cruel destino, el destino cruel un día

cuando menos lo esperaba, cuando menos lo pedía

en el atardecer de su vida gris y su melancolía

le hizo creer que despertaba de nuevo al amor.


A través de un mar de gentes

descubrió una mirada tímida

que poco a poco, firme y avasalladoramente

se abría camino entre la gente.


La vio venir y la dejó llegar

desde el primer momento lo supo y no,

no sintió cuando le cubrió

con gran ternura, con grande amor

Y se entregó sin reservas

Al deseo y la pasión de un amor infinito.


Él, ¡él! que tantos caminos recorrió...

se estremeció y vibró

como el más frágil cristal de Bohemia,

como espumas de reventadero en el proceloso mar...


Se hundió él con ella y ella con él

desde aquel momento cabalgó en relampagueante nota

que inmensa y poderosa le hizo perder la proporción

del tiempo... y las edades...


No hubo necesidad de las palabras

se entregó en cuerpo y alma

En alma y cuerpo a esos ojos que

con su mirada cómplice lo buscaba y sonreían,

aquellos ojos lo cubrían

y cumplida su misión.... ¡huían!

Le abandonaron, lo vaciaron… ella

Huyó de su lado

Para refugiarse en otro nido.


Cuentan por ahí, que en un momento de lucidez el desdichado

abrió sus esperanzas, las dejó y echó a volar

con gran dolor, con gran pesar

y en el momento en que les dijo adiós

aquella piel, el hombre aquél

Perdió la fe en la vida y

Loco de dolor…

¡Languideció de amor!