Lloras, porque el calor
de ayer se fue muriendo
despacio, cuando el dolor
de una mentira acudió
a tu cuarto de princesa,
lloras de pena
y en la misma
habitación donde ayer
te hablaron, con palabras
de amor y promesas
desenfrenadas,
las soledad
cobija, el derredor
intrepido de mil
lágrimas acuciantes,
lloras, adolescencias
perdidas y derroches
insignificantes,
situaciones que crees
críticas y se sumergen
en una nada y...
lloras, porque la vida
te está enseñando que
el amor es una inmensa
humareda de ausencias
escondidas.