En el recuerdo que vuelve
a tu sonrisa besable
no hay kilómetros sin pálpito lejos de aquel beso,
ni años grises ni empolvados
dentro de un majín
de marcha atrás atascada.
Para la ilusión no ilusa
de tu mirada inflamable
no hay entusiasmo de mecha
seco de humedad,
ni reciedumbre de lluvia
húmeda de ti.
Pero,
para tu yo evanescente
de tus mensajes de Messenger
ni mis recuerdos
ni tu ilusión
superan,
más que a duras penas,
los años, kilómetros, humedad y lluvia
que acechan tu cuerpo.
Y, después de besar
tu cuerpo comprimido
en tu fila de letras,
me llego a preguntar si no será mejor
que estés “ausente”,
“no disponible”
o, sencillamente,
“no conectada”
más que a un recuerdo
y a una ilusión.
Pero acabo prefiriendo un “vuelvo enseguida”;
con tu cuerpo entero,
por si no te toco;
con un beso sin mil trescientos cincuenta kilómetros de más,
por si no te beso;
con todo lo que ha llovido de más en estos quince años,
por si no te enciendo.