Sigues tu vida, tu puta vida.
Tus hallazgos ya no sonríen,
ni tiemblan, ni respiran.
Juez de la vida y de la muerte.
Te ha salpicado el ángel azul,
agua fresca en tu carne
siempre malherida.
La has rechazado, vez tras vez,
como reo a muerte la medicina.
Tú eres el verdugo y ves,
amargado, tu propio funeral.
Has muerto en vida.
La brisa( sí, tú lo sabes)
tocó tu cristal ilusionada.
Se hizo hueco en tu alcoba.
Cierras tus ventanas,
corres las cortinas.
Cerrojo, una vez más,
a tu alma y a la esperanza.
Lo siento, mi vida.
La brisa parte decidida
hacia un rostro que le sonría.
Adiós, mi dueño de tantos días.