Amo ese péndulo entre la mujer huracán que
escandaliza portales
y la que se sonroja si le dices que es más bonita
que la noche.
Su trazado en semicírculo marca el ritmo de mis
deseos como versos,
mis erecciones a deshora, y niega el breve tiempo
de los mortales.
Ella no sabe que brilla más que cualquier estrella
de neón o gelatina,
que sus gemidos amenazan mi timón como un
orfeón de sirenas,
que por verla feliz me marcharía, y para hacerla
feliz, permanezco.
Que celebro su existencia como la de la luna,
cuando la luna me mira.
Guarda en su cuello el secreto de las noches que
se doblan como espigas,
en los pechos, las joyas gemelas de la corona de
la más plebeya dinastía,
tiene talle de princesa, bebe como un marino
ruso, y ama como la vida.
Ella va a incendiar su mundo, sin querer, un
martes a mediodía,
porque está hecha de un fuego que la asusta y la
encandila.
Y yo estaré cerca, para encenderle con besos las
cerillas.
A veces siento
la sucia tentación de enjaular sus maravillas.
Pero aunque pudiera ,
no lo haría:
ella es libre, feliz,
y un poco mía.
Ella sólo le tiene miedo al miedo, y hasta el miedo
la amaría.