Cuentan en susurros al anocher
que desde el alba del tiempo
la sangre de una virgen
es derramada por amor,
buscando una fugaz comunión
con la eternidad.
Vivo la historia que pinto
aun sabiendo su irrealidad,
pasa ante mi la leyenda
sin vivirla la dejo pasar.
Bello rostro, fina música
mientras llega va cantando.
Un fusil en su mano,
era un pequeño valiente
en busca de la muerte.
Sintió una agitación tenue,
su corazón palpitó
entre sus dedos.
Observó la eterna sonrisa
y envidió por un instante
al ser inútil que medía
la vida en risas de cartón.
Vidas mecidas por el viento
vienen y van a ningún lugar.
Es tiempo medido
por el pendular de las espadas,
en honor de mujeres sin nombre.
Es el sudor del hierro
sabor salado y amargo.
Son campos teñidos de sangre,
vidas sembradas en la derrota.
No quedan las despedidas,
murió el campo de batalla,
sólo el paso del tiempo
sobre la hierba húmeda
donde yace un cuerpo,
el cuerpo de una virgen
que su sangre derramó
para resucitar de la muerte
al amor que la honró.