Un simple soplo ha bastado,
para destruir esa pequeña gran obra,
sólo un ápice de viento ha quedado,
una insignificante huella.
¡Qué tremenda injusticia,
pero qué sincera realidad!
Atrás, quedan la agonía,
la lucha y el incierto porvenir.
Ahora se ve todo claro,
se aprecia la sinrazón de la vida
y ese enorme destino sin brillo,
perdidas en la mayor lejanía
todas las luces de vuestro camino,
sin el apoyo, ni la fuerza
del intenso ánimo de todos.
¿Luchar para seguir adelante?
¡No, ahora ya es tarde!
Pero el azar ha cometido dos grandes errores,
el primero, haber sido tan cruel,
el segundo, errar por duplicado.
Ahora sólo queda decir, ¡adiós!
Y con ese resquebrajante adiós
un manojo de sentimientos encerrados
que jamás podrán brotar,
pero nos queda un verdadero consuelo
porque vuestras ideas son libres,
más libres que vosotros mismos
ellas nos acompañarán siempre,
nada, ni nadie, podrá destruirlas,
vivirán permanentemente,
mientras este incomprensible mundo
siga existiendo.
Hasta siempre a los dos
llevad con esta poesía
todo nuestro cariño.
(Epitafio: Para Chile y Chino: Dos grandes e inolvidables amigos, fallecidos en un trágico accidente de carretera. En vuestra tumba no quedarán enterrados todos nuestros recuerdos.)