En una tarde serena en el placido mar,
tranquilo estabamos lanzando
nuestro anzuelo al azar.
Ma allá a lo lejos, en la costa acantilada
se levantaba la nube brava amenazando
con destruir esa calma deseada.
Truenos y relámpagos ensordeció
nuestros oidos y el furor del viento estremeció el cielo aún tranquilo.
Ensombrecido el sol se oculto
y bajo su espeso manto
de bruma ,la lluvia nos envolvió.
Sin vista alguna de horizontes lejanos,
vagando fuimos por el inmenso
mar sin rumbo algunos.
Solo agua por todos lados non rodeaba
y el pequeño bote ya no aguntaba el impetu de aquella furia desatada.
Embravecido el placido mar nos azotaba la noche se acercaba y la oscuridad aún mas abrumaba.
Angustia y miedo se apoderó de nuestros corazones,
por el temor de ser my pronto comida de los tiburones.
Al cielo infinito recurrimos con nuestras oraciones para que el Buen Dios, tuviera piedad
de nuestros pobres corazones.
Y como sombra de Angel Salvador,
nuestra vista vislumbro la silueta de un barco vecino,
que justamente desde lejo venia por nuestro camino.
Dando gracias al poder Divino
hacia la blanca guia nos dirigimos que sano y salvo de regreso nos llevo a nuestro destino
(Este es un relato verdadero, una tormenta tropical que no teniamos conocimiento que venia en camino, nos agarro en pleno mar, y no perecimos gracias a Dios, al mar y sus tormentas hay que tener respeto).
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