Señora mía!

Señora mía de la tardes que a la vera
del sendero tuyo pasearon mis ardides,
por tu cuerpo altivo de montes y praderas
soñó en tu alma la inocencia de aquel pibe.
Señora mía que a tu piel me devorabas
cual un chiquillo su inexperta sabiduría,
enseñaste los trucos del amor que acompañabas
con tus manos cielo y tu boca atrevida.
Señora mía que a mi portal llamabas
con la excusa simple y el corazón acelerado,
de tu noche aprendí como habla la mirada
cuando el extasis llega de gemidos acompañado.
Señora mía que a la luz de mi ventana
mirabas de reojo cuando mi cuerpo querías,
extensas marcas de rubor en mis mañanas
cuando el sol apenas al alba descubría.
Señora mía te he visto en mis veredas
aún bella y sedienta de hermosura,
hoy en mi recuerdo te evoco y me queda
la costumbre de mirarte con pasión y con locura.