Y hoy que el infinito
y el suelo enmudecen,
que la ventisca
y la oscuridad yacen,
el sigilo
extiende mis apetitos
y en mi zozobra
la olas reposan serenas;
percibo,
repaso,
suspiro,
me inflamo
y quien me acosa
siempre está en mí para mi dulce condena;
y resisto una guerra
de rencor y de envidia
que sólo amando
encuentro reposo;
y es de esta forma
como fluye
de un mismo surtidor
la dulzura
y el acre que me sostienen;
y la misma mano
que me lacera
me cura,
y porque mi tortura
nunca cese
vivo y expiro
tantas veces al día,
soñando,
recordando,
amando.