Tanta alegría, cuando viene la cigueña,
que nos anuncia, la buena nueva de un hijo,
fruto de amor, y también, fruto de la vida.
Pero tus hijos, además, son hijos de Dios,
y de la vida, que pasa a través tuyo,
con su destino, cada uno ya señalado,
y a cumplir vienen, una misión en la historia,
de su alma eterna, de aprendizaje infinito.
Con su llegada, despierta un sentimiento,
de grato cariño, deseos de protegerlo,
y de apropiártelo, porque quieres que sea,
lo que quisiste, y no alcanzaste en tus sueños,
mas su destino, es otro diferente, propio.
Crecen tan rápido, que casi no alcanzas,
a disfrutarlos, pero vuelve la alegría,
con la llegada, de los hijos de tus hijos,
y así la vida, con su ciclo continúa,
somos testigos, de la obra del Dios Creador.
Lupercio de Providencia