Contempla la Luna altiva, desde el cielo, confundida,
Miraba antes mi rostro, que reflejaba paz, armonía.
Lloran los viejos árboles, en los que antaño,
Con mi flauta travesera, tocaba melancolías.
Llora el tiempo al ver que le abandonó,
Que rompí el sendero blanco,
Que mi pobre alma, en silencio, recorrió.
Y se extiende mi suspiro cual brisa mañanera,
Que emana herrumbres de melodías,
Que hace bailar hasta a las flores muertas,
Que en el silencio y las sombras,
Lloran, y confunden a la persona mas presta.
Porque al caer el luto como la espesa capa,
Porque al expandirse como lo hace la noche,
Sienten vibrar mis venas antiguas,
Al son de la canción que tocó la anciana en su porche.
Y se respiraba en el cementerio la esencia de la nada,
E impregnaba yo las hojas con mi somnoliento dolor indefenso,
Llora el viejo valle, llora el cementerio,
Llora la mariposa blanca que para mí se vistió de negro...
Congoja mustia ante una muerte sin sentido,
No quiero andar, no quiero hacer el recorrido,
No quiero desplegar mis alas,
Para volar a mi camino, para emprender este viaje,
Sin retorno, al olvido...