En estas palabras, en todo aquello que respira, que es útil,
¡OH! Ahí estás. Por fin te veo, que ciego soy: en ese árbol,
Que da frutos y sombra, que cobija a muchos el sueño.
En esa nube que nos acompaña y nos baña de su ternura,
Con sus rocíos de armonía. En esa montaña, cuya cima es la mirada.
Que nos da luz y energía, que transmite fortalezas conduciendo.
Nuestros días. En las verdes praderas de la tierra, en el lejano,
Horizonte. En esa luna, que hace del amor momentos inolvidables,
Para muchos en la pasión, en los recuerdos. En el vuelo de las aves,
En un nido, en los gestos. En este espacio y este universo,
Donde compartimos sueños, donde conviven seres diversos.
Y donde caminamos en búsqueda de la felicidad. En un beso,
Una caricia. En esa sonrisa, ¡si, esa! La de esa niña que transpira,
Inocencia y que juega con el trampolín de la risa.
En la humildad, la bondad, el amor, en la pura conciencia.
En este corazón que te escribe, para admirarte y darte gracias,
Por dejarme estar contigo y con todos los que contigo va,
En los Poemas, los deseos. En esa semilla que florece en tu vientre.
De una mujer, allí justo cuando nuestros ojos presencian el amor,
Fraternal. En una lágrima, el pensamiento. Aquí en esta hoja,
Eres tú la vida, significado de ser y existir, razón por la cual,
Cada uno retocando su respiración,
cultivando sus excepciones a la regla, sus moluscos solares,
haciendo sus abstinencias más inclementes y más diáfanas,
porque la luz debe romperse allí, la eternidad debe dejares.
Caer un guijarro en ese gemido, pasión.
Recuerden la niñez de vuestra amor, la niñez de vuestra vida;
solitarios del mundo y de todos los deseos,
inoculados por el lagarto y el pájaro que se enfrentan.
En todas las intenciones de la sangre.
Ustedes han sentido la máscara y la falsificación de la máscara: el rostro.
En los invernaderos de las pequeñas, inútiles ceremonias, sangre,
Que todavía nos conmueven bajo la luz de una luna.
Parecida a la desnudez de las antiguas palabras,
escuchen este ritmo, esta vacilación de las aguas,
la noche está moviendo sus ruedas oscuras, estas palabras,
Llevan ese significado.
Y yo me dejo arrastrar por aquello que quiero decir: aquello que ignoro,
y he aquí que la frase delibera su propio silencio.
OH noche casual de estas palabras,
OH azar donde la frase regresa a su silencio y el silencio retorna a la primera.
Frasee en el lenguaje aparecen de nuevo los primeros caracoles,
Las primeras estrellas de mar, y las bestias de la niebla,
Ponen su vaho en los nuevos espejos aquel que diga
La primera palabra dejará caer el primer verso.
Aquel que golpee su asombro con violencia verá aparecer,
El fuego en sus cabellos,
aquel que ría en voz alta será el primero en guardar silencio,
aquel que despierte antes de tiempo sorprenderá a su esqueleto.
Haciéndole señas extrañas a los árboles;
y el mar, como un síntoma interrumpido, vuelve
De nuevo a oírse a los lejos
y en su respiración otra vez escuchamos el ruido
De esa puerta
que bate azotada por el viento del infinito.
Nace la luna sobre el mar, como una antigua mirada del hombre.
En el puerto se van encendiendo las primeras luces.
Mis oídos duelen, brotan sangre de placeres.
Conociendo nuestros sentidos; traspasando con la mirada,
El calor qué ya había. Abrazándose le vendí mi locura,
Y las pocas neuronas qué me quedaban,
Ya; Le di hasta mis suspiros a tu corazón.