Tuve verguenza de pedir perdón,
de abrir toda mi alma sin medida,
nunca mi voz salió del corazón,
y mis palabras quedaron escondidas.
Tuve verguenza de perder mi honor
solo por ser más noble, más sumisa.
Perdí de tí aquel inmenso amor,
y mi perdón callé por cobardía.
Me dió verguenza aceptar mi error,
puse barreras llenando de cenizas
aquel amor que fué mi salvación,
y me colmó por siempre de alegrías.
Tuve verguenza y ese es mi dolor,
lo arrastro noche a noche, día a día,
nunca he tenido paz en mi interior,
y aquel perdón se enconde en mis heridas.