Te digo adiós
con el dolor impregnado
hasta el interior de los huesos.
Adiós porque me marcho en silencio,
fuiste amor prohibido,
un regalo en el desierto,
que la vida a su capricho me había puesto.
Te ame con derroche de ternura,
grave en mi piel la pasión que me entregabas.
Me entregue a lo prohibido de tu amor,
y llegue a sentir por ti, hasta devoción.
Pero eso que es prohibido… prohibido es,
y con el tiempo,
siempre tiende a desaparecer.
Ahora la tristeza me embriaga,
en ella se pierde mi alma,
porque llego el momento,
de decirte adiós,
aunque no quiero.
Ahí, amor prohibido,
este adiós, se lleva tanto consigo.
Pero que te quedes no te pediré,
cerrare la puerta, y te llorare.