Entrega nocturnal

Entrega Nocturnal
Después de una mirada,
la voz y la esperanza, la aparición deseada,
un largo transitar y el deliquio nocturno,
la expectante palabra de afirmación deseada,
y en la cascada de las prisas,
descubrí una nidada de caricias
en la oquedad del triángulo nocturno de tu vientre
anhelaba mi presencia arrebatada
que llegara abruptamente a gustar
y hacerte disfrutar de los delirios
escondidos, nunca hallados
ni aún con la mirada taciturna y callada
de las noches insomnes y eternales
con el fin de volcarlas todas ellas
sobre el temblor enhiesto de tu espasmo y la locura.
Ese oscuro vaivén de tus pupilas despertadas,
de los ojos que danzan al ritmo de tu aliento,
larga espera, raíz estremecida
como enhiesta saeta de mi anhelo
y ansiosa estalagmita del deseo,
fue el ostión empedernido que se incrusta
en el naciente vello de tus ánsias.
Tus ardientes pupilas, Ah oquedades,
mi embeleso, locura y más locura,
¡Agresiva Pantera que se lanza,
cervatilla temerosa y rendida,
como sierpe coruscante de tus brazos,
estrujamiento de lianas trepadoras,
valle silente donde senos surgen,
cerca, muy cerca del cráter umbilical,
el ápice nocturno de los muslos,
ensenada abismal, donde los mundos
se funden en altiva eclosión de las pasiones,
con resonancias de músicas selváticas,
los nocturnos tambores de rítmicas cadencias
acompañan el tiempo del entorno,
la embelesada flauta del suspiro,
entrecortados gemidos destrozados
mueren entre los labios,
y el quejido imperceptible de los goces
rompe el silencio en la callada noche.
Todo fue un locura, abismal persistencia
al descubrir cavernas, las grutas, tiernos musgos,
las mieles de tus bocas tan distantes,
como ignorados frutos de sabores agrestes,
la mies de la alborada, la sed que no se apaga;
las arterias latentes de sangre dolorida,
a lo lejos, después, la llama que no apaga
la sed insatisfecha de la yegua
y el jinete que aun cabalga y espolea. Nocturnalia imborrable, la salvaje locura,
tortura del recuerdo, arrebato de siempre.
Ah, caricias salvajes, descubiertas apenas,
Y recordadas siempre en las noches serenas.
Ah, la voz nunca oída, persistencia indeleble
Que acompaña insistente las luces del cerebro
Y el ánsia del retorno en renovada entrega,
El perfume impreciso que de esos tiempos llega,
El tacto de mis manos, las ansias de los cuerpos,
Los ósculos pacientes que mitigan las penas,
ah, las noches tan largas, vesperalias serenas,
Ven Amada, libemos de nuestras mismas copas
El néctar de esa noche, y las ansias aquellas.
= = = = == = = = = = = =
ELI TANGUYU