Quién podrá decirme que no amó,
con la ternura que la luna conlleva al mirarla,
quién podrá decir que no juró amor,
alguna vez ante un lucero,
mirando el cielo una noche con sumisión y en silencio,
aquellas esperanzas, aquellos sueños,
que nunca se consumaron,
o quien al escuchar una melodía,
de sus ojos no broto una lágrima.
Quien no creyó en los recuerdos,
en la dignidad de las cosas,
quisiera saber cuántas miserias,
se tejen en las noches para arruinar
utopías de oro, sentimientos sinceros,
de un lapso que jamás dejó de acercarse en silencio,
que jamás dejó de mostrar las huellas en la arena,
esa arena que aún sigue
atesorando pisadas en el tiempo
de lagrimas escondida,
detrás de esa lejanía,
que un día observé tanto,
desde el malecón.