Abro los ojos, despierto
después de una noche perfecta:
soñé que dormía a tu lado
y era tanta mi alegría
al sentirte junto a mí,
recostada, cielo amado,
Entonces, volteo la cara
y enfrento la realidad:
¡no fue un sueño lo soñado!
te tengo aquí y, encantado,
rodeo tu cuerpo tendido
y tu bello rostro, dormido,
y te abrigo entre mis brazos.
Te beso con suavidad
para no alterar tu sueño
y aún me cuesta trabajo
aceptar esta verdad:
saber que yo soy tu dueño,
que todo esto no es un sueño,
es "nuestra" felicidad.
Recuerdo con gran ternura,
de esta noche, los momentos:
tu sin igual hermosura,
nuestros mutuos sentimientos
expresados al oído
y lo increíble que ha sido
besar tus labios sedientos.
La entrega ha sido absoluta,
sin reserva, sin medida,
anoche te dí mi vida
y mi memoria lo disfruta
con el alma agradecida;
¡mujer divina y querida:
te amo con tanta dulzura!-
Eduardo Ritter Bonilla.
28 de Junio del 2009.