Ante el verso romántico y sencillo,
el que llega hasta el alma de las cosas,
el que tiene sus pausas melodiosas,
yo de plano, Señor, me maravillo.
Cuando canta en su jaula el pajarillo
cómo puedo quedarme indiferente,
si en sus trinos, Señor, estás presente
y en el canto monótono del grillo.
Todo lo has hecho bien. Son maravillas
las estrellas del alto firmamento,
mis deseos de amar, mi pensamiento
y mis sueños sin límites ni orillas.
Yo bendigo, Señor, tus creaciones
y tu amor infinito y tus bondades
y bendigo la sed de eternidades
la que nace de nuestros corazones.
Yo te alabo, mi Dios, y te bendigo
por las flores del campo, las montañas,
por tu lluvia de amor con que nos bañas,
por el mar, por el viento, por el trigo.
A Ti canto, Señor, cuando le canto
a los ojos divinos de la amada,
a la luz que origina la alborada,
a las nieves polares y a su encanto.
Y porque eres, Señor, tres veces santo
admirado de tantas maravillas,
te doy gracias, me pongo de rodillas
y de tanta emoción brota mi llanto.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC