Conozco a tu hostigador,
el mismo de hoy
y de 500 años. ayer,
que te dio una herida,
profunda,
que te duele aún.
Ese conquistador,
igual que el mío
que sigue ahí,
y tú,
hermano uruguayo,
lo sufres,
aunque de lejos,
en tu extremo,
mires hacia el pasado,
lo tuyo,
con furia
y veas el rostro
de José Artigas,
americano,
luchador inalcanzable,
llamando tu atención,
en busca de la cuerda suelta
y de la vena que brote
sangre y lodo,
mezcla
de hechura hermosa,
aquella
de hombre libre
en tierra libre,
que será la tuya
y la mía,
que erigió batalla
sobre batalla
en busca de la Patria Grande,
la que soñó Charrúa,
indio y guerrero,
denso
y también de sangre terca,
la misma que cayó
en el suelo fértil
y tocó Lavalleja,
con sus manos,
en un intento
por darte esperanza
y un recuerdo
de tristeza sola,
para que no olvides
que aún lo tienes ahí.
al conquistador.