TUVE QUE FIRMAR LA SENTENCIA

Tierra que fue mi tierra.

Tierra que ya no lo es.

Tierra que estás abandonada

por caprichos de la vejez.

Qué bonita estás mi tierra.

qué bonita se te ve.

Cubierta de la fronda agreste

libre en su bien nacer.

Qué bonita estás mi tierra.

Qué bonita se te ve.

Cuajadita de amapolas

y varitas de San José.

No te importe tierra mía

que yo no te pueda tener.

Pues te llevo en mis adentros

como cuna de mi niñez.

Disfruta ahora de esa calma

de la fronda y del sosiego.

Para que cuando te llegue la hora

en que te rompan los huesos,

entre ladrillos rezumas

como en mí algún recuerdo.

Yo te quise tanto tierra mía

que hasta hice testamento

pidiendo que mis cenizas

llegado el día postrero,

por tu linde la sembraran.

Allá junto a los almendros.

Lo hice con la esperanza

de darte un poco de alimento

y contigo en Primavera

brotar desde tus adentros.

-Como hierba como flor

-Como la blanca flor del almendro.

Para así tomar el sol

y ser mecido por el viento.

Y en las noches de luna clara

 cuando se penumbra el firmamento

y las estrellas adornan

el manto azul de los cielos,

comulgar con el rocío

en el eterno cáliz de los tiempos.

Pero tuve que firmar la sentencia

por no romper con estirpe

de quienes de ti se amamantaron

en tiempos de mucho hambre.

Espero que me perdones

por haber sido un cobarde.

Que el castigo ya lo llevo.

Metido lo llevo en la sangre.

En la sangre y en el no poder

decirle en el cielo a mi madre

que la tierra que tanto quiso,

sigue siendo de su sangre.