EL CUARTO DEL MISTERIO

En la pared mohosa
colgando de un clavo viejo y oxidado
una llave con años de desgaste
atraía las miradas niñas.
La parte del anillo, estaba ornamentada
con firuletes de hierro forjado
y su vástago era grueso y fuerte.
Nadie tocaba esa llave
que era la dueña del cuarto del misterio.
Nunca se supo que hubiese estado abierto
lo que aumentaba la curiosidad
y toda fantasía en mi mente de niño.
Pero una vez encontré la puerta sin cerrojo
expulsando un vaho húmedo
de su interior oscuro.
Y choqué con el derrumbe
de todas mis sospechas:
sólo polvo, telarañas y fantasmas
me mostraron desde dentro
su sonrisa…®
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