A veces, te cuento tantas cosas inútiles
llenas de tiempo y formas, es decir de la forma de mi tiempo,
a sabiendas que jugar a sombras chinezcas,
seria mas jugoso y mas certero.
A veces, te cuento mil silencios, o uno solo que es lo mismo, y lo revisto de mil cristales coloridos, con uno solo nunca alcanza,
imitando el afán de la guirnalda.
(Como si bastara ese simple gesto de colgarla para que acuda la alegría a una casa, a la tuya o a la mía.Y a veces, si basta)
A veces, te cuento tantas cosas novedosas,
y esa música apolillada que siempre será lo que nos parece nuevo, se recuesta en las voces confusas de mi memoria,
y en la siesta me despierta
sobresaltada.
A veces.A veces, mientras te cuento tanta cosa, nacen
tres tortugas en un acuario;
asimismo parturientas sudorosas y sangrantes
alumbran pequeños vástagos
(algunas incluso las he conocido);
un perro caza
una laucha; obreros son ascendidos, o despedidos, ultimamente lo segundo;
un muchachito llora
su primer desengaño
al pie de un arbol en una plaza, o en los brazos de su madre;
unos
pocos
muchos
poderosos toman al toro por sus astas
y se adornan con ellas
su verguenza; alguien crea, no importa qué.
Una nena ofrece limones y ramilletes de flores silvestres
por un peso
en el jardin de su casa; algun mar embravecido azota alguna ciudad remota; un rezo se eleva en la oscuridad agónica;
a veces, la mansedumbre se vuelve mas mansa,
otras un poco menos mensa, a veces alguien se rebela,
entonces
algo cambia.
A veces es derrota,
a veces se apaga un sueño o nacen cien en lista de espera, a veces se aplaca el hambre, generalmente se acrecienta.
A veces, mientras te cuento tantas cosas,
son mis dudas las que encabezan en firme procesión, la marcha,
sin destino, sin luto.
A veces,
cuando no te cuento nada,
navego
emulando golondrinas en su éxodo al exilio.
A veces, cuando quisiera contarte todo lo que desconozco que pasa, y caigo como estatua de carne dentro de armadura que solo tiene libre el espacio de los ojos para ver, y no. No me basta.
A veces,
cuando elijo callarme,
resurge recóndito, anquilosado, por fortuna,
el milagro que no descifro, el que
no viaja en palabras que reclamen ser contadas, y es en la anchura de mi noche solitaria
que puedo
por fin
oir.
Y me oigo.
Y te oigo.
Y oigo el corazón del mundo latiendo.
Un único sonido.
Y en su eco se abrazan
todos los ayeres y mañanas.
A veces,
cuando no te cuento cosas, escribo.
Miriam Mancini/2009.A mi tatuaje.