Y llegué
en una noche de otoño,
con muy escaso equipaje:
una maleta de ropa,
otra cargada de sueños
y una más, con mis defectos,
mis ideas y mis proyectos
para una vida mejor,
compartida entre tú y yo.
Y llegué
después de un tiempo
(tan sólo unos cuantos meses)
de conocernos a distancia
y descubrir, con mutuo asombro,
que nuestro destino es el mismo
y que ambos hemos nacido
para, así, complementarnos
en medio del caos del mundo
y que lo nuestro es Amor.
Y llegué
para quedarme
desde entonces a tu lado
sin tregua, sin condiciones,
y entregarte, ilusionado,
los sueños de este poeta
vestido de anacoreta
y depositarlos, humilde,
en la tibieza de tus manos,
en donde abrieron en flor.
Llegué hasta tí, para siempre,
desde mediados de Octubre,
rompiendo con la costumbre
de vivir en la tristeza,
soledad, monotonía
de aquella vida vacía,
carente de proyecciones;
llegué y nuestros corazones
latieron en armonía
y derritieron la fría
nieve de aquel pasado,
colmando nuestras ilusiones.
Y llegué a tí,
sin importar la distancia,
los trámites burocráticos
y el cambio al ritmo de vida;
llegué a tí, mujer querida,
y somos uno en el camino
y ya no hay vuelta: fue el destino
el que nos unió para siempre
desde Octubre hasta Diciembre,
mas los años de existencia
que nos depare, a futuro,
la Divina Providencia.
Llegué, desde un gris pasado,
a este glorioso presente
en que te amo plenamente
con alma vida y mi tiempo
dedicado sólo a tí.
Llegué para complacerte,
hacer completa tu vida
y sanar en pleno tu herida
de otro tiempo en solitario;
llegué y te adoro (a diario)
y seguiremos, siempre, así.
Llegué hasta tí, sin pretextos,
sin dudas ni dilaciones,
con las sanas intenciones
de hacerte siempre feliz
y ser feliz a tu lado;
llegué hasta tí, enamorado
de tu alma y sentimiento.
Llegué y, a tu lado, siento
que mi lugar está aquí,
haciéndote compañía;
Bendito sea aquel día
en el que llegué hasta tí!-
Eduardo Ritter Bonilla.
Domingo 18 de Abril del 2010