I La virtud del burdel y la caída de Apolo

El verdadero puto
el ladrón
se encuentra escondido
tras la cenicienta corbata de cortesía histriónica
Tras sus rodillas clavadas
al banco de iglesia
tras su sonrisa de galán de cine
y sus dedos de mármol mariposa
El verdadero puto
el ladrón de seso
se estanca en la memoria de mi burgos polvoriento
El de la esquina que bate su bragadura
en el tabernáculo de luces y plumas es un ídolo de carne báquica y sacra
que luego se revolcará en el Edén de los infinitos de lechos
El hombre bueno de la virtud doméstica
da limosnas de arcadas
cambia “te amos” telefónicos por sexo canino
Finalmente solo nos queda la virtud de burdel del perro sifílico
Y el defecto de Apolo con su mascara de hierro