Ese árbol de amor que fuimos un día,
cuando enamorados, confundíamos nuestras ramas
en eternos abrazos lisonjeros,
mientras abundante la sabia, nuestros cuerpo colmaba.
Que al son de una brisa de pasión, bamboleaba,
dejando a su flor, expuesta, entregada,
en tanto su polen corolas besaba,
dando hermosos frutos, soñando un mañana.
Soportó fuertes vientos, granizos, heladas,
y un sol fulgurante que a veces quemaba,
convirtió sus frutos en benditos retoños.
El árbol, con el tiempo, se ha resquebrajado.
Aún no ha caído, se mantiene erguido
casi por inercia, por tanto vivido,
por tener raíces profundas, ser fuerte,
sólo ha de lograr, tumbarlo, la muerte…
® Susana Valenzuela
17-01-11