He pedido al carcelero que rompa la cadena,
que dé libertad al pensamiento que me guia,
en cada noche de encierro y agonía de justicia,
por mi encierro cautivo, injusto y traicionero.
Y ya la celda esta vacía del edor de la humedad,
del silencio nocturno de mi monologo incesante,
que recitaba cada noche de luna al verte llegar.
Ya no necesito tristeza que llene mi vacio,
pues dejé en los muros mi historia en versos
poemas y sonetos, de tristes y azarosas penas.
Abrí la puerta encerrando al carcelero.
Y ahora que puedo volar,
jamás volveré a llorar en silencio.