Un suceso trastocó mi mente

Recuerdo que era un niño muy corriente

Travieso, `peleón, cabeza-hueca

Pues los destrozos era nuestra meca

Entonces no era un chico muy consciente

Mas un suceso trastocó mi mente

Tendría alrededor de siete años

Hora de siesta para los rebaños

El tiempo de lagartos y serpientes.

Atravesé un trigal, yo me sentía

Como todos los niños, muy valiente

No me atemorizaba un ser viviente

Podríamos llamarlo chulería.

Cuando estaba en mitad de aquel sembrado

Escuché un lamento quejumbroso

Aquel gorrión estaba muy ansioso

Pío, pío, gemía algo asustado.

Me acerqué, por si ayuda requería

Por si acaso el pardal estaba herido

Presentía que estaba ya perdido

Muy de cerca otros ojos le aturdían.

Iba a ser el sustento de un ofidio

Y estaba a su merced; ¡pobre gorrión!

Con el reptil no tuve compasión

Buen cantazo, se fue con gran fastidio.

Cogí a aquel pajarito entre las manos

Lo acaricié en silencio y con ternura

Si me lo agradeció, no sabré nunca

Pero estaba feliz, pude salvarlo.

No me gustan lagartos ni culebras

Aunque siento respeto, ése es su hado

Quizá aquella experiencia haya forjado

A un humano sensible ante las penas.

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