hasta dormido

Dormido estaba y como de golpe,
desperté de un mal sueño del que nada recordaba.
Atado a la vida y con malos pasos corrí
hacia la nevera a por agua fresca,
pues me quedaba un resquicio del
sinsabor de lo que me había sucedido.
En un instante vi todo lo más cercano en orden.
la cajetilla de tabaco me procuró el cigarrillo entre mis labios
y el mechero en mi mano, su lumbre para encenderlo.
Falso poeta me tengo, que escribo pecados del cuerpo.
Porque este vicio nunca me ha llegado al alma.
Pero aquí está ya dicho:
fumo hasta dormido y hasta cuando me falta el aliento.
Allá donde voy todo a mi alrededor me pertenece
el humo sale como en maroma con fuerza
y se expande cual algodón de azúcar
en una nube blanquecina, que se eleva igual
que el telón de un escenario, presentándome solitario como
único actor, que sin tener ensayado el papel,
hace tiempo para la única escena que reconoce:
los movimientos repetitivos que envuelven
la rutina de un nuevo cigarrillo.