Está la alcoba tibia, fragante y bien dispuesta
como para un romance tanto tiempo añorado,
e igual que en el Otoño las hojas van cayendo
de los perplejos árboles, así te vas quedando.
Son de pronto incontables los latidos de mi alma
al contemplar el rito de tu esencia que se abre;
se atropellan suspiros, la pupila se crece
ante la maravilla de tu presencia afable.
Allá fuera las olas del mar se arremolinan
abatiendo arrecifes imbatibles, sin éxito
y en tanto, acelerado, sin compostura alguna,
te derribo de un tajo sobre el mullido lecho.
Precipitado, loco, caníbal te devoro
tras el desmesurado volumen de mis besos
y me sumerjo a gusto sobre tus cordilleras,
sobre tus hondonadas repletas de secretos.
Un ritmo de canarios aletea en mi pecho
y mis manos son naves secuestradas, a punto
de estamparse en tus torres gemelas e inocentes
que tiemblan al peligro del inminente asedio.
Chopin estereofónico resuena en los rincones
en donde tenues lámparas danzan desmadejadas.
Tus labios son granadas abiertas o claveles
y tus ojos cerrados lo interiorizan todo.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC