Piscis

Más allá de las fronteras
de nuestro líquido reino
existe otro mundo extraño,
una rara dimensión
en la que todo es distinto,
ajeno, desconocido,
y es más leve la presión.
Nosotros lo conocemos
solamente desde abajo
y cuesta mucho trabajo
podérselo imaginar;
arriba de esa barrera
llamada "la superficie",
en vez del agua, hay "aire",
y no es posible respirar.
La luz deslumbra la vista
con sus rayos cegadores,
nuestras sombras son mejores
y es muy difícil que exista
un ambiente superior
al de nuestras tibias aguas
y sus líquidas corrientes
abrigadas, indulgentes,
ausentes de resplandor.
Aquí, todo es familiar,
por todos ya conocido
y de asombrosa variedad:
además de tantos peces
que habitamos esta zona,
existen los camarones
las ballenas, el coral.
Vegetales muy variados
y de hermoso colorido
en los fondos tapizados
de ese "bosque" tropical;
las anguilas, los moluscos,
los crustáceos, las tortugas
que con sus gráciles fugas
nos invitan a jugar.
Aunque debemos cuidarnos
de los grandes tiburones
que amenazan nuestras vidas,
por eso andamos en grupos
de miles o de millones,
y el plancton y otros peces
son nuestro "almuerzo" habitual.
Nadamos con la corriente
y es feliz nuestra existencia;
a pesar de la presencia
de especies de predadores,
nuestras aguas son mejores
y en ellas nos desplazamos
con entera libertad.
Pero arriba, es muy distinto
ese universo superior:
extrañas criaturas malas,
dotadas de plumas y alas,
invaden nuestro elemento
y nos toman como alimento
en un ataque aterrador.
Más allá, unos "algodones"
a los que les llaman nubes,
emiten rayos de luz
y gritos atronadores,
y nos devuelven el agua
que pierde esta dimensión
en un complejo proceso
llamado "evaporación".
Aquellos peces muy viejos,
más sabios, conocedores,
afirman que aún más lejos
se divisan los fulgores
de extrañas luces distantes
que lucen como diamantes
adornando un negro cielo.
Yo lo escuché de mi abuelo,
un atún muy respetable,
vigoroso e indomable
que nos sirvió de maestro
ya muchos años atrás;
era corpulento y diestro,
y nadie lo podía "pescar".
Todo aquello es tan ajeno,
tan distinto y tan distante,
el mar es más confortante
y sencillo de recorrer;
aquí estamos más seguros
y los abismos obscuros
de los "pisos inferiores"
son menos perturbadores
y hostiles, a mi entender.-
Eduardo Ritter Bonilla.