Soneto de los ausentes.

La voz ausente y el pensamiento vivo
los reflejos tenues de malicias sinceras
y un aljibe que fluye en primavera
con flores diáfanas de prudentes olvidos.
El viejo patio, que en mi casa, cobijaba
las tardes de verano bajo el sol insurrecto,
con la voz afable y el arrebato perfecto
de perderme presurosa con su única mirada.
Ay si supieran! aquellos que en su desenfado
arrancaron de cuajo el cimbrar de sus baldosas
una noche cálida, de transparentes embelesos
donde el respeto esquivo de sus ojos atrapados
parecían solución que llegaba en sus cosas
cual el ocaso trémulo de un permanente beso.