Te escucho llegar en demasiado silencio
con la sombra que acompaña tu dinastía,
la oscuridad de tu todo y el argumento
de ser la procacidad que envuelve mis días.
Te escucho a lo lejos temblando en la niebla
con una paciencia muy poco olvidada,
atraviesas umbrales, ni siquiera los quiebras
padeces de cielo, no tienes mirada.
Te escucho perversa caminar entre el ruido
de aquellas alondras que huyen al verte,
el espanto las mata, abandonan sus nidos
parecen dormir, un sueño silente.
Te escucho a mi puerta llegar sin permiso,
educas la noche cual una serpiente
que arrastra beldades y hace caso omiso
a esa advertencia que piden sin suerte.
Te escucho pasear el jardín de los presentes
cual una mancha de humedad entristecida,
vienes por mí! a llevarme en tu muerte
sabes que la nostalgia, acabó con mis días.