Una navidad sin ella

Dicen que la Navidad
es el día más hermoso,
que aquel celestial Esposo
inflamado en caridad,
vino con temeridad
a nuestro suelo afrentoso.
Dicen que bajó a Belén
-una tierra de Judá-
Su ubicación qué más da,
y su dimensión también.,
lo cierto es que un nuevo Edén
fue la tierra por allá.
Cuentan las nobles consejas
de los viejos y las viejas,
que en un establo nació,
que todo su amor nos dio
aquel celestial orfebre,
que, naciendo en un pesebre,
nuestra pobreza asumió.
Relatan buenos cristianos
que conocen la Escritura,
que aquella Buenaventura,
honra para los humanos,
embelleció nuestras manos
al ser de Dios la moldura.
Afirman que del Oriente,
Melchor, Gaspar, Baltasar,
tres reyes de singular
nobleza y rango esplendente,
tres hijos del sol naciente
lo vinieron a adorar.
Que siguieron una estrella
que fue su sino y su guía
y que hallaron a María,
la más hermosa doncella,
siempre Virgen y más bella
que la pura luz del día,
acunando entre sus brazos
al pequeño enternecido,
al Hijo de Dios querido
que establecía los lazos
para poder ver los trazos
de un Dios siempre comedido.
Se inclinaron reverentes,
postrándose, lo adoraron,
y después que le brindaron
sus regalos refulgentes,
satisfechos y valientes
a su Patria regresaron.
Además dicen las glosas
de Escrituras anteriores,
que también unos pastores
de almas blancas, candorosas,
fueron a ver esas cosas
que contaban sus mayores.
Algunos llevaron flores,
ofrendas de su ganado;
otro, muy enamorado,
sólo llevó sus amores:
dos pajarillos cantores
y un vinillo fermentado.
En todas las casas viven
con fe el acontecimiento.
Preparan su nacimiento
que a los vecinos exhiben.
Muchos hay que se desviven
por darle buen lucimiento.
Para algunos es la gloria
esa noche singular.
A otros les da por cantar
o por repetir la historia
y tienen buena memoria
del Dios que vino a salvar.
Por eso es que en estas fechas
se conmemora festivo
lo que ahora yo te escribo
con esperanzas maltrechas,
tratando de abrir las brechas
de tu corazón esquivo.
En todos, el gozo pleno
se ve radiante en su cara,
un gozo que comparara
con la frescura del heno,
un gozo siempre sereno
que al amor enamorara.
Los niños sonríen, rezan
y encienden multicolores
lucecillas. Cortan flores
que apenas su vida empiezan.
Sólo unos cuantos bostezan
entre tantos esplendores.
Y yo, que muero de amores
desde que te conocí,
pena mayor para mí
y más rudos mis dolores,
viendo que lejos de ti
aumentan mis sinsabores.
Lejos de ti, vida mía,
la escarcha me tiene frío.
Mi corazón es un río
de hielo y la noche fría,
suspiro de lejanía,
queja, amargura y hastío.
Como los Reyes no guío
mis pasos por una estrella.
¡Qué bueno fuera que en ella
rompiera mi desvarío!
¡Cómo gozar, Jesús mío,
UNA NAVIDAD SIN ELLA.!
Heriberto Bravo Bravo SS.CC