Oda al atún

Les voy a contar una historia sin par algun
que acude presta a mi memoria al nombrar el atún
en la cual aletargada y ya casi olvidada esperando yacía
hasta que hizo presa en mí la sutil y dulce melacolía.
Ante una bien guarnecida ensalada de atún
eran mis lúgubres pensamientos negros como el betún
pues mi compañero con el cuello múltiples aspavientos hacía
y con grandes esfuerzos las bolas de alimento deglutía.
Y es que la muy insípida ensalada de atún
tan sanamente aderezada por mí al buen tun tún
casi de ingredientes tales como aceite, vinagre y sal carecía
lo cual una textura basta y difícil de tragar le confería.
Tras establecer un tácito diálogo en común
creí que los notorios movimientos de cabeza según
sin duda alguna a la triste y cruel evidencia me conducía
de que él la visión de otras "panorámicas" perseguía.
Por fortuna debía tratarse de un excelente atún
pues poco más y nos enviamos a hacer gárgaras al Aiún
él aduciendo que ni loco aquél emplasto de ensalada comería
y yo creyendo que oteaba toda "panorámica" menos la mía.
De modo que hago aquí una oda al atún
que transformó aquél lugar en un idílico Cancún
pues por tenerme contenta él incluso aquella bazofia engullía
llenándose los ojos de la "panorámica" que yo le ofrecía.