¿Por qué se traban mis labios
cada vez que hablo contigo?
¿Por qué me huyen las palabras
y me traicionan las ansias
y ya no sé lo que digo?
¿Cómo es que puedo expresarme
claramente por escrito
y, tan pronto escucho tu voz,
me turbo y ya no repito
todo lo que el pensamiento
me dicta hacia tí, veloz?
¿Qué magia ocultan tus labios
para hacer latir mis sienes
con esta tierna emoción
ante tan bellos sonidos?
Dime: ¿qué es lo que tienes
en tu tono sosegado
que tan pronto has cautivado
con tu voz mi corazón?
Mientras te escucho, imagino
cada línea de tu rostro,
y es tu timbre cristalino
como el tono angelical
que no tiene otro destino
que el de un coro celestial.
Es tu voz que eleva a mi alma
a alturas insospechadas
y tus palabras aladas,
dichas con tan dulce calma,
acarician mis oídos,
trastornando mis sentidos
y avivando mi ilusión.
En la bruma, en la distancia,
luchan mi voz y mi mente
por abrirse paso hacia tí.
Cada día me es más difícil
soportar tu lejanía,
cuando toda el alma mía
clama por estar ahí:
¡en tu gentil compañía!
Sé que pronto será así,
que estaremos frente a frente,
hablando con la mirada
en un diálogo silente
en el que cada palabra
sea expresada en un suspiro;
tal vez así, si te miro,
me exprese más claramente.-
Eduardo Ritter Bonilla.