A MI MEDICO DE CABECERA

Ya pasaron unos años y no escribo en caliente. Pues en todo lo que diga quiero que el resentimiento y el rencor, de todo punto quede ausente. Casi estrenábamos milenio y tú estrenabas consulta cuando entré aquélla mañana con la razón enajenada y llorando a lágrima viva.
Yo no llevaba fiebre
dolores ni calentura.
Tan sólo llevaba la mente
desgarrada por la tortura.
Y es que fui vilmente acosado
en mi centro de trabajo
por un perverso director
y que además era,
por sus esbirros coreado.
Pero tuve la gran suerte
de encontrarme ese día contigo.
Pues fuistes como el sol naciente
en mi cuerpo aterido.
Dándome luz y calor
un techo y buen abrigo
para que aquél frío relente
nunca más durmiera conmigo.
Tú me distes calma y sosiego
ansiolíticos y ese tiempo,
para rodear el abismo
y no caer en el infierno.
Entonces pedí un traslado
al que llegué estando aún enfermo.
Pero siempre gocé de tus cuidados
y por ello, hoy lo cuento.
Hoy que ya jubilado
y viviendo feliz y contento,
no puedo dejar de lado
hacia tí,
mi eterno agradecimiento.
Y por ello ahora quiero
gritando a los cuatro vientos,
rendirte mi humilde
y más sentido homenaje,
en lo que yo alcanzo y puedo.
P.D.- Manolo perdona si te tuteo.
Pues lo hago con el mayor respeto.
Y es que hablándote como lo hago,
casi me olvido de que eres mi médico. Y te veo como:
Confidente, buen amigo
y un muy sabio consejero.