Érase que se era,
era un niñito inocente;
creciendo iba en la espera,
en prisa andaba inminente.
El lirio, la hierbabuena,
el sol, cual grano dorado;
el ansia que a manos llenas
transmuta lo acerbo en ansiado.
El día de Todos los Santos,
con delicias de amores,
nos trajo su aura en manto
que, reta ternura, temores.
Érase que se era,
érase mi ingenuo vástago;
de puntillitas que rezan
voy haciéndote mi canto.
A naranja dormida, piel de lima,
principio sabido y esperado;
Un vuelo en aura de estimas,
de espacio abierto y afianzado.
Mezcla de un breve intenso,
los momentos se consumen;
en su sitio un hueco denso,
donde frecuenta perfume.
Y ahora ya, se alarga el brazo,
se espanta al profeta;
mi niñito en mi regazo
la mejor de las recetas.
Ya se amasan cicatrices
en lo que quiere ser viento,
entre alondras de aprendices,
en lo que escribo este cuento.
Érase que se era,
un ruiseñor, ¿o era un hado?;
que a esta nana tararea,
un himno en amor acunado.