Por las noches
yo solía pedirle
a las estrellas,
que bajara
una de ellas
y me regalara
una luz
pura y sincera.
Ayer precisamente
cuando estaba contigo,
con tragos exquisitos
y extensos temas,
un beso tuyo
se fue conmigo
y supe lo que eras.
Mi regalo del cielo
por siempre pedido,
y hoy tan cerca
que aun no lo asimilo,
simplemente
me dejo llevar
como la brisa
por el viento,
esperando parar
nuevamente en el centro,
de tu ser único
e inmenso.
Nuevamente te escribo
para decirte nuevamente
que eres el regalo
del cielo,
en el cual detenidamente
me pierdo,
esperando que tu
me encuentres,
que me tomes
y me eleves
con esos besos
fríos como la nieve.
Congelantes
y también tibios
como el aire
testigo
de aquel ayer
inolvidable.
Imposible suceso
y también
algo incurable,
algo adictivo
y necesario
como el hambre,
mi niña, solo te pido
que me dejes embriagarme
con el vino
que sale de ti,
con sabor fresco
y olor a carmín.
Eres el regalo del cielo
y caíste de ahí,
para guiar a este siervo,
siervo de ti.