¿Qué queda de los lugares,
las cosas y las personas
que uno amó, en otros tiempos,
en este mundo cambiante
el el que nada permanece,
en el que nada queda quieto,
en el que todo es espejismo
que después desaparece?
¡Queda un mundo de recuerdos
que viven en la memoria
y laten en el corazón,
conservando vida propia
mientras la imaginación
los mantenga prisioneros!
Recuerdos tan verdaderos
cual los momentos vividos
que anidaron en la mente.
¿Qué queda de lo vivido
con tan intensa pasión?
¿Qué queda en el corazón
cuando el presente se ha ido?
¿De ese tiempo transcurrido
entre penas y alegrías?
¿Qué queda de aquellos días
en el pasado perdidos?
Queda la imagen viviente
de rostros y situaciones,
de hechos y sensaciones
que se incorporan, se suman,
al total de nuestra vida.
Queda la sombra querida
de aquellos seres amados,
por el alma recordados
en sutiles emociones.
¿Qué queda de lo vivido?
¿Qué queda del recorrido
por nuestro propio camino
a lo largo de los años?
Los recuerdos retenidos,
los triunfos, los desengaños,
y una nostalgia creciente
por aquellos tiempos idos.-
Eduardo Ritter Bonilla.