Te sorprendi desnuda, dormías como blanca azucena
y mirando tú belleza altiva, admire con gracia tu finura;
toqué tu cabello azavache y con sutil pericia sentí tu corazón
salvaje.
Me deleite con estusiasmo al recorrer tan largos caminos,
tan largos, que mis ojos se perdieron en un abismo;
quise volverte para si y sentirte mía
moldear tu cuerpo con violencia impulsiva
para perderme en tus carnes y tocar el cielo;
pero no quise, !estabas dormida!
Despejada de todo abrigo, en la luna te mecías
mientras con gracia mi lengua te recorría,
bajando y subiendo praderas, que tu cuerpo…
en secreto mantenía.
El viento soplaba cómplice, de aquella gran travesía
cuando desnuda y frágil, yo te recorria;
mis manos deleite encontraban, en cada rincón de tu piel bruñida,
y esas ansias constantes de hacerte mía;
esa noche descubrí, lo mucho que te quería
al verte tendida sobre nada, inconciente y desprotegida.
Alzando el vuelo te acompañe en la huida
de aquella noche en que el silencio
guardo por siempre el recorrido, cuando dormida estabas
y yo, con deleite te discurría.