MI HUMEDAD de ASPAS

En este mar de arena y huesos partidos,
mi sonrisa se dobla a la pena,
mi madero flota a la deriva.
La vela sucumbe al vaivén del viento,
Soplo de hielo a la espalda,
viento de mal presagio. Herida a barlovento.
En el cristal azul del mar,
se tiñe la pena negra y
en el nácar refregado se aclara en níveo.
En este roto carro de oleaje,
llevo de telón la oscura sabana de la noche.
Una brújula apunta al norte de Orión.
Y sigo. Sin hallar reproche.
En mi ceguera el negro se opaca.
De la mano de mis oídos tapiados,
con mi boca de ahogo cruce el río de los vinos.
El canto de calavera de la sirena me sedujo, y
al mástil de Ulises ceñido se alejo la melodía.
Si trepo el pico de los cuervos nocturnos,
la ladera del cinturón del mar me ahoga,
Sin el aire de tu boca salvadora.
Ahora voy con repique de campanas y
diluido en el espacio de los astros,
veo mas allá, de la frontera de las estrellas.
De mis sienes apagadas nacen brasas y
crestas de aura en levante,
expande el horizonte de mis ojos.
Ya no soy ignoto pasajero con ropa de enigma.
Tu amor de bote al rescate, seca de las arenas el agua,
que enjuga la humedad de mis penas.