Mientras los horas transcurren sin reposo
un solo anhelo sustenta mi existir,
y es el volver a encontrarte en mi camino
para poder de nuestro tiempo compartir.
Son tus palabras mi sustento diario
y tus sonrisas mis ganas de vivir,
y todas esas locuras que inventamos
son las causantes de que yo sea tan felíz.
Y cuando queda la noche agonizante
solo el consuelo de tu rostro queda ahí,
en una caja de cristal con luz brillante
que me consuela y me da álgo más de tí.
Quedo extraviada en el poblado de tus cejas
casi llegando a la espesura de tu piel,
y a veces siento que tus labios me sugieren
que fueron hechos de cereza y aguamiel.
Voy recorriendo así la noche de tu pelo
con intensión casi inmoral, casi febril,
y es que la imágen, mi amor, en blanco y negro,
solo despierta mi inquietud por coexistir.
Por fin el sueño asesina mi cordura
y allá en mi lecho tu rostro sigue aún,
y me acompañan de tus frases la dulzura
y de tus ojos oscuros su virtud.
Pienso en tí al despertar de mi silencio
con la esperanza de tu faz poder palpar,
con la confianza que me inspira nuestro pacto,
de que ya nada nos puede separar.