Soldado latinoamericano,
bandera de Chile,
fuiste así,
defensor de esa soberanía
nuestra,
flor sublime
de pétalo suave,
de libertad;
tu aroma de igualdad
hoy nos da energía.
Te recuerdo
por la fecha inquieta,
11 de septiembre,
por tu voluntad férrea
de mantener la unión
y el mañana,
que será de tu pueblo.
Tu valor
en La Moneda,
sereno ante el ataque,
de increíble osadía,
parco,
nos alimenta nobleza
y tu fuerza grita,
invencible,
como tu idea,
aquella
que lo hizo temblar,
al pedante y fascista,
militarista Pinochet.
¡Qué forma de lucha la tuya!
¡Qué manera de morir!
sin sentir dolor de soledad,
el que hace arder a tu opresor
y al mío también.
Cómo odio tu desaparición,
porque justo ahora,
no sólo quiero a tu pensamiento,
sino que rompas la oscuridad
de hoy,
que nos embarga,
que nos confunde
y a veces nos ciega.
Quiero tu presencia,
y la de Martí
y la de Bolívar
y la de O'Higgins
y atrás la gente,
porque algunos abrazan
a la traición,
y sólo el aire,
a veces enrarecido,
y sólo el cielo,
a veces infinito,
nos separa,
pero la lucha
se forja junta
ante el villano ruin,
el que hizo sudar a Sandino,
posar angustia en Morelos
y enfurecer a San Martín.
Así,
recordaré
al espejo de tu invierno
y encontraré a tu rostro,
con la frente altiva,
de cicatriz abierta,
observando
al muro que llora rojo
y que separa a tu patria
de la mía,
pero que se quebranta
con cada gota de tu sangre,
de tu herida fértil,
que forjará una corriente,
que viene dura,
con poder,
después de tu muerte,
observando a las riberas,
imponiendo libertades,
arrasando condiciones,
sanando las heridas
que nos duelen,
que se luchan
y que todo americano
sabrá conducir
con tu ejemplo.
Sí.
¡La historia es nuestra,
la hacen los pueblos.
compañero Presidente!