Vuela, pequeña y ávida niña de mis ausencias
con el intento a cuestas de sueños emergentes,
vuela y al llegar al arco iris de apariencias
vela mis sentidos con el rito de la buena gente.
Vuela, cuando ya el ocaso te bañe y tus mejillas
blanqueen la bondad de tus ciertas travesías
que al tiempo de un pequeño lucero que brilla
traerás la dulzura, en el espejo de mis días.
Vuela, gaviota de mis tiempos, simple y lozana
con el fragor del viento rozando tus murmullos,
de saber de ti, buscaría en el mañana
las otras maravillas que hacen sentirme tuyo.